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martes, 12 de octubre de 2010

LA PARTICIPACIÓN POLÍTICA O LA CULTURA DE PARTICIPAR EN POLÍTICA.

La participación política es un concepto relativo a sistemas democráticos, pero también a sistemas no democráticos. Varios autores han enfatizado la concepción de la participación política como parte inalienable de los sistemas electorales liberales a los que comúnmente se le llama democracia. Este ensayo buscará, en primer lugar analizar las concepciones sobre participación política sugeridas en las lecturas del curso, y por otro lado contrastarlas entre ellas a fin de obtener un punto de vista más amplio.
Se sugiere que la participación política es un fenómeno social relacionado con variables de estratos y vínculos subalternos derivados de la cultura histórica de acceso, preservación y lucha por el poder. En América Latina la lucha por el poder se caracteriza por la liberalización de sistemas autoritarios y centralizados, y cuyo rompimiento con esta tradición de hacer política es aun inalcanzable.

El Concepto de la Participación Política

La concepción de varios académicos sobre la participación política (Fernández de Mantilla, 1999; Pasquinio, 1992; Verba y Nie; Conway,1986; Dah l) gira en torno a la distancia de las estructuras de los sistema democrático de países industrializados caracterizados por su tradición de lucha por la democracia. Particularmente los trabajos de Dahl, Pasquino y Verba quienes han estudiado ampliamente la participación política en países como Estados unidos, Gran Bretaña, Francia, Alemania e Italia sostienen que el conjunto de actividades, interacciones, comportamientos, acciones y actitudes al interior y exterior de una sociedad culturalmente determinada dirigidas a influir en la toma de decisiones políticas de su comunidad.
Pasquino sostiene que las formas de participación política en una democracia occidental tipo, se mueve dentro de un cuadrante binario conformado por acciones convencionales-no convencionales . Las primeras se refieren a las acciones y actitudes formalmente aceptadas por el marco jurídico dominante. Por su parte, Conway agrega que las acciones pueden estar orientadas a dos fines: instrumental y simbólico. El primero se refiere a la participación colectiva enfocada en la obtención de algún beneficio particular, mientras que la segunda apronta a la “reafirmación de creencias compartidas”.

Gráfico 1. Modelo de Participación política
Convencionales


Simbólicos Instrumentales


No convencionales

Gráfico 1. Modelo de participación política propuesto por Fernández de Mantilla a partir de los trabajos de Pasquino y Cowle

En este sentido, la participación política está condicionada por factores estructurales propios de cada país en los cuales se mueven los intereses y la acción colectiva.
Adicionalmente, sugieren que las formas e intereses de la participación política puede explicarse a variables relacionadas con variables individuales y estructurales. Tales son la edad, el sexo, educación, estratificación socioeconómica y psicológica. Tales variables en efecto, parecen aludir a lo que otros escritos académicos describen como conciencia social. Por conciencia social se entiende la alienación del imaginario colectivo basado en una ideología o concepción holística del mundo de acuerdo a los intereses de la clase social.
Ahora bien, ¿qué tanto influye el grado de conciencia social en la participación política? Para empezar es necesario describir los tipos de participación política, los intereses de los estratos o clases sociales, las estructuras históricas del poder, y la coyuntura del proceso político.
Factores que influyen en la participación política.
En cuanto a los tipos o formas de participación política, se coincide con el modelo sustraído de los trabajos de Pasquino y Conway, en los cuales gira la participación política. Sin embargo, se ponen en duda los argumentos normativos de Fernández de Mantilla con respecto a la determinación individualista y presuntamente racional de las personas en su actuar político, puesto que no considera las variables de la formación histórica, la coyuntura política y la cultura propia que gatillan la participación.
En contraste, es necesario considerar la vinculación de los individuos con sus redes de pares, sub alternos y superiores dentro de la jerarquía social a la que pertenece cada individuo y sus múltiples redes que conllevan a la cooperación y al capital social.
Según los trabajos de Bourdieu, Lin, Coleman y Putnam sobre la formación del capital social, sostienen que los individuos acumulan relaciones con otros individuos en base a la confianza, empatía y grados de cohesión social, en las cuales se comparte la información, los símbolos y el poder, los cuales fluyen de acuerdo a la densidad y estructura de la red.
Conciencia social vs cálculo racional
A partir de aquí es posible aproximarse a la implicación de las redes sociales en la participación política desde los enfoques individualista-colectivo y estructural-histórico. En este sentido, más allá del voluntarismo estructuralista, la participación política también está fundamentada en la lucha por los intereses colectivos desde o contra el grupo hegemónico.
Como sostiene el trabajo de Tanaka (1995), la participación política en América latina está “casi reducida a su expresión mínima: la electoral”. La lucha por los intereses colectivos en una sociedad que adopta los criterios occidentales de la “democracia”, esgrime que el lugar y forma para defender los intereses colectivos es a partir de la suma de las decisiones individuales volcadas en las urnas, por un candidato y en un solo día determinado.
Cuando los delegados políticos están desarticulados de sus representados, o viceversa, las tomas de decisión se vuelcan al interior de una camarilla cuyos integrantes comparten entre sí una jerarquía: el intermediarismo o brokers.
Los estados autoritarios, según Bobbio, se caracterizan por un gobierno dominante, una población sistemáticamente apaciguada, donde el debate es censurado articulados por intermediarios funcionales al régimen. A diferencia de las sociedades democráticas, donde los gobernados comparten las decisiones y el poder político desde lo local, la sociedad es altamente participativa y donde los intermediarios tienen un papel menos preponderante.
Según los estudios de Putnam y Lin, en sociedades autoritarias, los intermediarios juegan un papel fundamental para la articulación del poder y el flujo de información entre los gobernantes y los gobernados. Es a través de ellos que el bloque político gobernante puede ejercer su dominio a través del tiempo y que la masa de gobernados puedan ser contenidos a partir de prebendas y beneficios articulados a partir de redes clientelares.
Históricamente, la lucha por el poder en América latina se ha caracterizado por la concentración de una oligarquía política que utiliza el aparato del Estado como forma de conservación del poder, mercancía de reparto entre los aliados y coerción de lo opositores al régimen.
El Poder y la participación política
El presidencialismo fue adoptado por todos los gobiernos latinoamericanos como régimen de gobierno post-independentista, no como la forma original norteamericana de un presidente débil y estados autónomos fuertes, sino por el presidente o caudillo que concentra mucho poder, emanado de argucias electorales que le dan la apariencia de legítimo, que en la realidad ha servido para mantener a la oligarquía terrateniente en todo el siglo XIX y principios del XX, después a la élite relacionada con los empresarios nacionales.
En consecuencia, la forma de acumular el poder en los últimos 200 años ha sido por a través del intermediarismo, la concentración de poder en los delegados políticos y la gradual atomización del poder colectivo.
Durante los últimos 30 años, los sistemas políticos latinoamericanos han experimentado una liberalización política y económica de los regímenes autoritarios tradicionales, sin abandonar el régimen y la forma de gobierno.
En contraste con el modelo de participación política popular propuesto por Tanaka, según el cual las “estructuras de oportunidad política” están determinadas por la apertura del sistema político, la lucha por el poder o por intereses colectivos está además influida por factores típicos del poder como la manipulación, la coordinación, la coerción o la represión. Es decir, las estrategias de la acción colectiva no sólo están determinadas por la apertura que sostengan los sistemas jurídicos de cada país, sino por la forma histórica de articular el poder y la intensidad de la lucha entre los diferentes grupos por coseguirlo. Con esto sostengo que en las democracias de sistemas políticos abiertos también existe la clientelismo, represión, la apatía electoral y la desligitimación del sistema de partidos.
Para ejemplificar lo anteriormente descrito, tomaré el caso de México para ampliar esta hipótesis. En las décadas de los ochentas y noventas, al igual que otros países de la región, México atravesó por cambios estructurales, que entre otros temas, que afectaron la competencia por el poder político y por tanto de la participación de la sociedad civil en este proceso. Tal apertura, permitió que tanto los partidos que ya tenían una participación marginal en la competencia obtuvieran mayores puestos en el gobierno y en la representación legislativa, como aquellos que se encontraban en la clandestinidad.
Esto sólo afecto la hegemonía del Partido Revolucionario Institucional, convirtiéndolo gradualmente a un partido competidor dominante. Sin embargo, no afectó el clientelismo, el corporativismo y la coacción del voto como prácticas recurrentes en contiendas electorales, al contrario, se extendió hacia los demás partidos. De esta manera, podemos soslayar que el número de partidos no hace más democrático un sistema político, sólo abre la competencia, pero la participación ciudadana como pieza fundamental queda condicionada o restringida en algunos casos.
A partir de dicha coyuntura, la participación política estuvo condicionada por los acuerdos entre la élite y el nuevo sistema de partidos, quienes defendieron sus intereses y de forma indirecta el de los ciudadanos. De ahí, que la participación política se lleve a cabo con cierto margen de desconfianza.
En este sentido, sostener que la democracia latinoamericana pueda ser un reflejo de la ideología “democrático-participativa” o “liberal-democrática” como sostiene Rafael del Águila, sería encuadrar un enfoque europeo con la realidad latinoamericana, puesto que la formación del poder ha sido diferente, y por supuesto la participación de los ciudadanos y sus agentes colectivos han tenido otra ponderación en el actuar de sus gobiernos.
Algunos estudios del voto en América latina sugieren que en promedio cerca del 40% de los votos emitidos en las elecciones locales y presidenciales son producto de las prácticas corruptas anteriormente descritas, 30% es por vinculación con el partido, llamado voto duro, y el resto por una reflexión individual.


Conclusiones
En conclusión, la participación política es un concepto que está formado por múltiples variables sociales, económicas, políticas y culturales. No deben ser confundidas las estrategias de la participación colectiva en coyunturas específicas con estructuras de oportunidad política, que sólo caen en simplismos epistemológicos y no dan cuenta de los acontecimientos acumulados a través del tiempo.
No toda participación política está fundada en el aumento de las utilidades individuales basadas en cálculos oportunistas, ni determinadas por la apertura presumen los sistemas legales de un país. Las formas de participación política están mayormente influidas por el grado de organización que tienen los colectivos, la intensidad y reglas del conflicto y el grado de compromiso con la que sus miembros participan.
En síntesis, la forma de analizar la participación política debe integrarse a partir de la concepción histórica de los grupos o clases que intervienen en la defensa de sus propios intereses desde, con o contra el poder. La participación política es parte del imaginario colectivo creado según las redes sociales en las que cada individuo interactúa y en la que las ideas que dominan fluyen dentro de su red de acuerdo a la posición que cada individuo tiene dentro de esta red y su conexión con otras. Por lo tanto, sería necesario hacer más estudios sobre la participación política en América Latina y comparar las experiencias históricas con el fin de realizar aproximaciones más certeras de la participación para elaborar modelos descriptivos del fenómeno, que no encasillen nuestra realidad a la realidad de otras regiones.




Bibliografía
• Bobbio, Norberto (1994), Estado Gobierno y Sociedad, Fondo de Cultura Económica, México
• Bourdieu, P. (1986), “The forms of capital” en Richardson, J. (ed.) Handbook of Theory and Research for the Sociology of Education, Greenwood Press, EUA.
• Conway, Margaret (1986), La participación Política en Estados Unidos, Gernika, México
• Del águila, Rafael (s/f), “la participación política como generadora de educación cívica y gobernabilidad”, en Regista Iberoamericana de Educación, No. 12, Organización de Estados Americanos.
• Fernández de matilla (1999), “Algunas aproximaciones a la Participación Política” en Reflexión Política, Marzo, Año 1, No. 1. Universidad Autónoma de Bucaramanga, Colombia
• Lin, N., (1999), “Building a Network Theory of Social Capital”, en Revista Connections, Vol. 22, Núm. 1, pp. 28-51. EUA.
• Pasquino, Gianfranco (1994) Manual de Ciencia Política, Alianza Editorial, Madrid.
• Putnam, R., (1993), Making Democracy Work”, Princeton University Press, EUA.
• Tanaka, Martín (1995) “La participación política de los sectores populares de América Latina” en Revista mexicana de Sociología, Vol. 57, no. 3 (Jul-Sep) México.

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