Desde
tiempos prehistóricos, las comunidades humanas han estado expuestas a
los peligros naturales, por lo que el conocimiento de la misma ha
significado el desarrollo de la civilización. El control de los
ciclos de crecimiento de las plantas, el conocimiento de las
migraciones de los animales de caza, los eclipses, las mareas, y los
demás saberes han permitido al hombre establecer ciudades a partir
del dominio del ambiente dejando en buena medida, ser presa de ella.
Con el paso del tiempo, este conocimiento permitió la diferenciación
de ciertas personas con respecto a los demás oficios de las
comunidades. Los brujos y chamanes, surgieron pues, como los primeros
explicadores y manipuladores de las “fuerzas místicas” de la
naturaleza. Poseían un conocimiento privativo sobre las plantas
medicinales, el clima, el tiempo y hasta las guerras, que les
permitía ligarse a los grupos de poder de las comunidades a las que
pertenecían. Posteriormente, el pensamiento animista -es decir, que
cada cosa tiene un alma o propiedad espiritual- fue complejizandose
al punto que surgieron las primeras ideas que intentaron unir los
caprichos de la naturaleza con el narcisismo de las personas,
formando así las primeras religiones.
De
esta manera, tanto brujos como sacerdotes, compartían “dones”
sobre el conocimiento y manejo de las almas de la naturaleza y sobre
el espíritu divino, respectivamente. Su labor permitió servir como
aliciente de la curiosidad momentánea de algunos y el delirio
esquizoide de otros, sin embargo, las contradicciones surjidas entre
la realidad y la creencia, comenzaron a hacerse evidentes casi al
tiempo que las religiones iban surgiendo. Con el paso del tiempo,
los gobernantes conocieron la importancia da “la verdad absoluta”
como forma de legitimar su poder ante la colectividad, por lo que
vieron la oportunidad de acumular cargos de autoridad política y
militar con la autoridad religiosa. Y ejemplos de ello hay varios,
por lo que sólo mencionaré tres, por cuestiones de tiempo, a saber:
los egipcios antiguos, la Francia de los Luises y el Estado mexicano
actual. Con estos ejemplos, pretendo fundamentar mi argumento respecto a a las ideas que se han
venido debatiendo para la defensa del Estado laico que, bajo la
premisa de “libertad religiosa”, se esconde un artilugio legal
que esconde la imperiosa necesidad de los grupos conservadores que
apremia al control de los aparatos ideológicos del Estado por parte
de la clase hegemónica actual, para mantener privilegios que una
clase parasitaria y oportunista desea volver a vivir como en tiempos
de la Nueva España.
Los
Faraones.
Los
faraones egipcios llegaron a generar una idea del poder absoluto e
incuestionable, a partir de hacer creer, y hasta convencerse ellos
mismos, que eran descendientes directos del dios Ra. Así,
impresionaban en ocasiones a su séquito, cuando podían predecir la
subida del río Nilo, que permitiría crecer la agricultura del Alto
Egipto y del Bajo Egipto que se desarrolló a sus orillas por más de
3 mil años. En ocasiones, sus predicciones no eran tan acertadas, en
particular, en tiempos de sequía, por lo que su “poder divino”
se veía en entredicho. Sin embargo, las personas más cercanas a los
faraones sabían perfectamente que ni eran dioses, ni humanos
superdotados, sólo gobernantes que heredaban el poder y que repetían
los conocimientos ancestrales que los chamanes y otros observadores
les dejaron. Esto acabó, cuando la última faraona de Egipto
Cleopatra X -que por cierto, ya no era egipcia, sino griega- fue
vencida por Marco Antonio para ser anexado el territorio a Roma hacia
el año 300 antes de nuestra era. Sus dioses fueron sustituidos
rápidamente por dioses paganos, luego por cristianos y finalmente
por musulmanes, siendo constante el uso político de la religión
como control de las masas subordinadas. En la actualidad, grupos
musulmanes pretenden hacerse del poder en Egipto, usando la consigna
de establecer un estado islámico y controlar así el comportamiento
y las leyes de toda una población para que piense y actúe tal como
los jerarcas islámicos les digan.
Francia.
De Luis XIV a Luis XVI
El
segundo ejemplo, se refiere al gobiernos absolutista de los reyes de
Francia hasta antes de la revolución burguesa de 1789. Luis XIV, que
reinó los reinos de Francia desde el año de 1643, inició una
reconfiguración del poder feudal que dieron paso al absolutismo. La
pericia de este gobernante, fue empobrecer a los señores feudales
quitándoles sus tierras, a cambio, de vivir en el palacio de
Versalles como cortesanos del rey. De ahí, que el reinado de los
Luises fuera absoluto, es decir, dueños de los terrenos feudales de
todo el territorio. Este poder absoluto, pudo consolidarse hasta que
fueron incluidos los obispos y arsobispos a la corte del rey, dando
con ello, el inicio de la tradición cristiana de coronarlos en la
iglesia de Notre Dame, dando con ello la postrimería que sostiene
que el poder de los reyes proviene de dios. No obstante, a partir de
un movimiento intelectual que conllevó a difundir el conocimiento
más adelantado a las masas, conocido como Enciclopedia, es como se
dio inicio a lo que varios años después dio las bases para que
los burgueses que comprendían el tercer estamento (o estado) se
levantaran en armas contra la voracidad del rey y los obispos (primer
y segundo estamento, respectivamente) para cobrarles más impuestos
al pueblo, exceptuando a los nobles y a la iglesia. El final de la
frivolidad del estado absolutista, conllevó a la laicidad del poder,
en donde sólo de los ciudadanos proviene el poder político y no de
una divinidad. Ciertamente, los tiranos que reinaron con
posterioridad rompieron con los principios de la revolución burguesa
sobre la Libertad, Igualdad y Fraternidad.
Sin embargo, y a pesar de los intentos por regresar a la monarquía,
la laicidad del Estado francés ha prevalecido hasta nuestros días.
México
¿gobierno teocrático o laico?
Los
fenómenos anteriormente enunciados, parecen describir un
comportamiento regular del poder hegemónico, en tanto, bloque de
dominación del sistema político de la sociedad. Por supuesto,
México no es la excepción. La historia de la vinculación estrecha
entre el curul y el púlpito se remonta a la época de las culturas
prehispánicas. Por ello, quizás el paso ente Quetzacóatl a Jesús
de Nazareth no rompió del todo con los símbolos del poder
teocrático de la Nueva España.
La
iglesia católica europea replicó su influencia en el nuevo
continente tal como lo venía haciendo con las coronas europeas e
inició la dominación ideológica convirtiendo a los indígenas al
cristianismo al mismo tiempo que destruía sus raíces culturales.
Desde entonces, a más de 500 años de sumisión masiva, los pueblos
indígenas siguen siendo mantenidas en el atraso tecnológico y
económico. La sumisión “en el nombre de dios y la virgen de
Guadalupe” ha permitido por un lado la explotación de la mano de
obra para construir templos y mantener súbditos; expropiación de
terrenos históricos; régimen de excepción fiscal; control en base
a chantajes en pequeñas comunidades y manejo de escuelas,
hospitales, cementerios y albergues.
El
acuerdo con el poder político para permitir la ociosidad de los
obispos a costa del trabajo de sus propios curas, es la obediencia.
Es decir, el límite de permisividad se encuentra en la abstención
de la crítica hacia el gobierno. Esto debieron padecer los jesuitas
del siglo XVIII y XIX que fueron expulsados de Portugal, España y
México cuando alcanzaron tal poder, debido a sus curas altamente
educados, que pudieron oponerse a la voracidad de los reinos y del
Papa.
Benito Juárez García, tuvo a bien apartar a la santa clase ociosa
del progreso de la nación. Supo confiscar los bienes objetivos que
les brindaban un poder real a los obispos en las regiones, y les
quitó buena parte de los servicios que actualmente ofrece el Estado
mexicano. Retomaron la bandera, con un pensamiento más avanzado, los
presidentes Lázaro Cárdenas y Adolfo López Mateos. Desde
entonces, la lucha permanece y no parece tener fin.
La
historia reciente mostró el problema estructural que les he venido
comentando. Cuando Carlos Salinas de Gortari, urgió a integrar una
red de protección política que le permitiera gobernar a pesar de la
carencia de legitimidad para enmendar el cargo, buscó el apoyo del
clero y el Vaticano para apaciguar a las masas sedientas de justicia.
Pactó la reforma al artículo 30 de la Constitución, que les
reabrió la puerta al control de los aparatos ideológicos del Estado
mexicano, como las escuelas y los hospitales. Pero fue hasta Vicente
Fox que incluso les abrió las puertas a las Fuerzas Armadas, donde
la amenaza de la dominación bajo términos sumisión e ignorancia
que comenzaron las reformas al sistema educativo. Más creencia y
menos ciencia, más mercado y menos filosofía, más sumisión y
menos revolución.
En
consecuencia, la defensa del Estado laico no sólo es un ideal
jurídico o una consigna electorera, es la defensa del poder civil,
incluyente y plural por encima de los intereses facciosos,
excluyentes y necios de la jerarquía católica principalmente. Es
permitir que exista un ambiente respetuoso y tolerante de ideas, por
más contradictorias que sean, pero que se permita su libre
discusión. Es poder creer y pensar en lo que uno crea justo y
correcto, que crea en la verdad que mejor le parezca. Es pues,
comprender que en una sociedad tan compleja y poblada como la nuestra
no puede caber más una idea única de la verdad.
Finalmente, como diría el François Marie Arouet, mejor
conocido bajo el seudónimo de Voltaire: “Una colección de
pensamientos debe ser una farmacia donde se encuentra remedio a todos
los males”.