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sábado, 28 de abril de 2012

Estado laico en México: entre la libertad religiosa y la lucha por el poder hegemónico

Desde tiempos prehistóricos, las comunidades humanas han estado expuestas a los peligros naturales, por lo que el conocimiento de la misma ha significado el desarrollo de la civilización. El control de los ciclos de crecimiento de las plantas, el conocimiento de las migraciones de los animales de caza, los eclipses, las mareas, y los demás saberes han permitido al hombre establecer ciudades a partir del dominio del ambiente dejando en buena medida, ser presa de ella. Con el paso del tiempo, este conocimiento permitió la diferenciación de ciertas personas con respecto a los demás oficios de las comunidades. Los brujos y chamanes, surgieron pues, como los primeros explicadores y manipuladores de las “fuerzas místicas” de la naturaleza. Poseían un conocimiento privativo sobre las plantas medicinales, el clima, el tiempo y hasta las guerras, que les permitía ligarse a los grupos de poder de las comunidades a las que pertenecían. Posteriormente, el pensamiento animista -es decir, que cada cosa tiene un alma o propiedad espiritual- fue complejizandose al punto que surgieron las primeras ideas que intentaron unir los caprichos de la naturaleza con el narcisismo de las personas, formando así las primeras religiones.

De esta manera, tanto brujos como sacerdotes, compartían “dones” sobre el conocimiento y manejo de las almas de la naturaleza y sobre el espíritu divino, respectivamente. Su labor permitió servir como aliciente de la curiosidad momentánea de algunos y el delirio esquizoide de otros, sin embargo, las contradicciones surjidas entre la realidad y la creencia, comenzaron a hacerse evidentes casi al tiempo que las religiones iban surgiendo. Con el paso del tiempo, los gobernantes conocieron la importancia da “la verdad absoluta” como forma de legitimar su poder ante la colectividad, por lo que vieron la oportunidad de acumular cargos de autoridad política y militar con la autoridad religiosa. Y ejemplos de ello hay varios, por lo que sólo mencionaré tres, por cuestiones de tiempo, a saber: los egipcios antiguos, la Francia de los Luises y el Estado mexicano actual. Con estos ejemplos, pretendo fundamentar mi argumento respecto a a las ideas que se han venido debatiendo para la defensa del Estado laico que, bajo la premisa de “libertad religiosa”, se esconde un artilugio legal que esconde la imperiosa necesidad de los grupos conservadores que apremia al control de los aparatos ideológicos del Estado por parte de la clase hegemónica actual, para mantener privilegios que una clase parasitaria y oportunista desea volver a vivir como en tiempos de la Nueva España.

Los Faraones.

Los faraones egipcios llegaron a generar una idea del poder absoluto e incuestionable, a partir de hacer creer, y hasta convencerse ellos mismos, que eran descendientes directos del dios Ra. Así, impresionaban en ocasiones a su séquito, cuando podían predecir la subida del río Nilo, que permitiría crecer la agricultura del Alto Egipto y del Bajo Egipto que se desarrolló a sus orillas por más de 3 mil años. En ocasiones, sus predicciones no eran tan acertadas, en particular, en tiempos de sequía, por lo que su “poder divino” se veía en entredicho. Sin embargo, las personas más cercanas a los faraones sabían perfectamente que ni eran dioses, ni humanos superdotados, sólo gobernantes que heredaban el poder y que repetían los conocimientos ancestrales que los chamanes y otros observadores les dejaron. Esto acabó, cuando la última faraona de Egipto Cleopatra X -que por cierto, ya no era egipcia, sino griega- fue vencida por Marco Antonio para ser anexado el territorio a Roma hacia el año 300 antes de nuestra era. Sus dioses fueron sustituidos rápidamente por dioses paganos, luego por cristianos y finalmente por musulmanes, siendo constante el uso político de la religión como control de las masas subordinadas. En la actualidad, grupos musulmanes pretenden hacerse del poder en Egipto, usando la consigna de establecer un estado islámico y controlar así el comportamiento y las leyes de toda una población para que piense y actúe tal como los jerarcas islámicos les digan.

Francia. De Luis XIV a Luis XVI

El segundo ejemplo, se refiere al gobiernos absolutista de los reyes de Francia hasta antes de la revolución burguesa de 1789. Luis XIV, que reinó los reinos de Francia desde el año de 1643, inició una reconfiguración del poder feudal que dieron paso al absolutismo. La pericia de este gobernante, fue empobrecer a los señores feudales quitándoles sus tierras, a cambio, de vivir en el palacio de Versalles como cortesanos del rey. De ahí, que el reinado de los Luises fuera absoluto, es decir, dueños de los terrenos feudales de todo el territorio. Este poder absoluto, pudo consolidarse hasta que fueron incluidos los obispos y arsobispos a la corte del rey, dando con ello, el inicio de la tradición cristiana de coronarlos en la iglesia de Notre Dame, dando con ello la postrimería que sostiene que el poder de los reyes proviene de dios. No obstante, a partir de un movimiento intelectual que conllevó a difundir el conocimiento más adelantado a las masas, conocido como Enciclopedia, es como se dio inicio a lo que varios años después dio las bases para que los burgueses que comprendían el tercer estamento (o estado) se levantaran en armas contra la voracidad del rey y los obispos (primer y segundo estamento, respectivamente) para cobrarles más impuestos al pueblo, exceptuando a los nobles y a la iglesia. El final de la frivolidad del estado absolutista, conllevó a la laicidad del poder, en donde sólo de los ciudadanos proviene el poder político y no de una divinidad. Ciertamente, los tiranos que reinaron con posterioridad rompieron con los principios de la revolución burguesa sobre la Libertad, Igualdad y Fraternidad. Sin embargo, y a pesar de los intentos por regresar a la monarquía, la laicidad del Estado francés ha prevalecido hasta nuestros días.

México ¿gobierno teocrático o laico?

Los fenómenos anteriormente enunciados, parecen describir un comportamiento regular del poder hegemónico, en tanto, bloque de dominación del sistema político de la sociedad. Por supuesto, México no es la excepción. La historia de la vinculación estrecha entre el curul y el púlpito se remonta a la época de las culturas prehispánicas. Por ello, quizás el paso ente Quetzacóatl a Jesús de Nazareth no rompió del todo con los símbolos del poder teocrático de la Nueva España.

La iglesia católica europea replicó su influencia en el nuevo continente tal como lo venía haciendo con las coronas europeas e inició la dominación ideológica convirtiendo a los indígenas al cristianismo al mismo tiempo que destruía sus raíces culturales. Desde entonces, a más de 500 años de sumisión masiva, los pueblos indígenas siguen siendo mantenidas en el atraso tecnológico y económico. La sumisión “en el nombre de dios y la virgen de Guadalupe” ha permitido por un lado la explotación de la mano de obra para construir templos y mantener súbditos; expropiación de terrenos históricos; régimen de excepción fiscal; control en base a chantajes en pequeñas comunidades y manejo de escuelas, hospitales, cementerios y albergues.

El acuerdo con el poder político para permitir la ociosidad de los obispos a costa del trabajo de sus propios curas, es la obediencia. Es decir, el límite de permisividad se encuentra en la abstención de la crítica hacia el gobierno. Esto debieron padecer los jesuitas del siglo XVIII y XIX que fueron expulsados de Portugal, España y México cuando alcanzaron tal poder, debido a sus curas altamente educados, que pudieron oponerse a la voracidad de los reinos y del Papa.

Benito Juárez García, tuvo a bien apartar a la santa clase ociosa del progreso de la nación. Supo confiscar los bienes objetivos que les brindaban un poder real a los obispos en las regiones, y les quitó buena parte de los servicios que actualmente ofrece el Estado mexicano. Retomaron la bandera, con un pensamiento más avanzado, los presidentes Lázaro Cárdenas y Adolfo López Mateos. Desde entonces, la lucha permanece y no parece tener fin.

La historia reciente mostró el problema estructural que les he venido comentando. Cuando Carlos Salinas de Gortari, urgió a  integrar una red de protección política que le permitiera gobernar a pesar de la carencia de legitimidad para enmendar el cargo, buscó el apoyo del clero y el Vaticano para apaciguar a las masas sedientas de justicia. Pactó la reforma al artículo 30 de la Constitución, que les reabrió la puerta al control de los aparatos ideológicos del Estado mexicano, como las escuelas y los hospitales. Pero fue hasta Vicente Fox que incluso les abrió las puertas a las Fuerzas Armadas, donde la amenaza de la dominación bajo términos sumisión e ignorancia que comenzaron las reformas al sistema educativo. Más creencia y menos ciencia, más mercado y menos filosofía, más sumisión y menos revolución.

En consecuencia, la defensa del Estado laico no sólo es un ideal jurídico o una consigna electorera, es la defensa del poder civil, incluyente y plural por encima de los intereses facciosos, excluyentes y necios de la jerarquía católica principalmente. Es permitir que exista un ambiente respetuoso y tolerante de ideas, por más contradictorias que sean, pero que se permita su libre discusión. Es poder creer y pensar en lo que uno crea justo y correcto, que crea en la verdad que mejor le parezca. Es pues, comprender que en una sociedad tan compleja y poblada como la nuestra no puede caber más una idea única de la verdad.

Finalmente, como diría el François Marie Arouet, mejor conocido bajo el seudónimo de Voltaire: “Una colección de pensamientos debe ser una farmacia donde se encuentra remedio a todos los males”.