Para comprender qué es la manipulación, en tanto estrategia relacional para la maximización de algún beneficio, voy a realizar primero un análisis comparativo
entre el control y el poder como variables asociativas de la
manipulación.
La manipulación puede
ser descrita como una práctica destinada a influir en la libertad de
pensamiento, acción y voluntad de otra persona o personas. Para
ello, se basa en artimañas que van desde el chantaje, la
desinformación, el miedo, la violencia física y las amenazas. La
manipulación por tanto, se refiere al control corporal y de la libre
voluntad, que por lo general, sirve para obtener beneficios al
manipulador. La manipulación es también resultado de la carencia
del poder necesario para influir en otra persona con base en
argumentos sólidos, ideas fuertes y principios virtuosos. De ahí
que la manipulación forme parte de una estructura relacional basada
en la instrumentación de las personas, a través de mecanismos de
control corporal, psicológico y virtual, que responden a las
pulsiones primarias del manipulador para saciar necesidades o vacíos,
que sólo de esta manera cree que se logran. Moralmente, la
manipulación es una forma de romper con los valores predominantes en
un subgrupo relativos al espacio-tiempo que ocupan, al considerar el
acto ulterior del manipulador como ruin, pueril y egoísta. Esta
relación perversa entre el manipulador, la necesidad, la estructura
virtual costo/beneficio y el manipulador, son soportados por otras
meta estructuras relacionales como son: la corrupción, la impunidad,
el sometimiento, el terror, la violencia, entre otras.
En contraste, el poder es
una estructura de relación social basada en el resultado dialéctico
de fuerzas, ya sea por vía de la persuasión, convencimiento e
información que buscan influir en la voluntad del otro para
construir beneficios colectivo. Existen dos formas geométricas del
poder, el simétrico y el asimétrico. El asimétrico es aquel
sustentado en estructuras de poder verticales basadas en el
sometimiento consensuado. El simétrico, por su parte, es aquel en el
cual el poder es compartido y donde las estructuras de poder son
horizontales, por lo que el poder negociado. Yo prefiero el segundo,
pues, esta forma de poder emana de una autoridad éticamente
fundamentada en el prestigio, sea esta una persona o una
organización, permite construir mejoras a partir de mecanismos como
el diálogo, el consenso, la confrontación, el debate y el
escrutinio con quien se tienen los acuerdos. Quienes ejercen el
poder, por lo general, se basa en principios éticos y no en
necesidades inmediatas, que permiten su continuidad por largos
periodos de tiempo. El poder, por tanto, influye en las personas
siempre por la vía del consenso, en donde la voluntad del otro es
influida por el convencimiento de buenos argumentos y del uso de la
información.