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domingo, 28 de noviembre de 2010

Lunes

Los domingos son como las promesas de los políticos, te prometen un mañana pero ese mañana es el pinche lunes (Nicovelo, 2010)

martes, 12 de octubre de 2010

LA PARTICIPACIÓN POLÍTICA O LA CULTURA DE PARTICIPAR EN POLÍTICA.

La participación política es un concepto relativo a sistemas democráticos, pero también a sistemas no democráticos. Varios autores han enfatizado la concepción de la participación política como parte inalienable de los sistemas electorales liberales a los que comúnmente se le llama democracia. Este ensayo buscará, en primer lugar analizar las concepciones sobre participación política sugeridas en las lecturas del curso, y por otro lado contrastarlas entre ellas a fin de obtener un punto de vista más amplio.
Se sugiere que la participación política es un fenómeno social relacionado con variables de estratos y vínculos subalternos derivados de la cultura histórica de acceso, preservación y lucha por el poder. En América Latina la lucha por el poder se caracteriza por la liberalización de sistemas autoritarios y centralizados, y cuyo rompimiento con esta tradición de hacer política es aun inalcanzable.

El Concepto de la Participación Política

La concepción de varios académicos sobre la participación política (Fernández de Mantilla, 1999; Pasquinio, 1992; Verba y Nie; Conway,1986; Dah l) gira en torno a la distancia de las estructuras de los sistema democrático de países industrializados caracterizados por su tradición de lucha por la democracia. Particularmente los trabajos de Dahl, Pasquino y Verba quienes han estudiado ampliamente la participación política en países como Estados unidos, Gran Bretaña, Francia, Alemania e Italia sostienen que el conjunto de actividades, interacciones, comportamientos, acciones y actitudes al interior y exterior de una sociedad culturalmente determinada dirigidas a influir en la toma de decisiones políticas de su comunidad.
Pasquino sostiene que las formas de participación política en una democracia occidental tipo, se mueve dentro de un cuadrante binario conformado por acciones convencionales-no convencionales . Las primeras se refieren a las acciones y actitudes formalmente aceptadas por el marco jurídico dominante. Por su parte, Conway agrega que las acciones pueden estar orientadas a dos fines: instrumental y simbólico. El primero se refiere a la participación colectiva enfocada en la obtención de algún beneficio particular, mientras que la segunda apronta a la “reafirmación de creencias compartidas”.

Gráfico 1. Modelo de Participación política
Convencionales


Simbólicos Instrumentales


No convencionales

Gráfico 1. Modelo de participación política propuesto por Fernández de Mantilla a partir de los trabajos de Pasquino y Cowle

En este sentido, la participación política está condicionada por factores estructurales propios de cada país en los cuales se mueven los intereses y la acción colectiva.
Adicionalmente, sugieren que las formas e intereses de la participación política puede explicarse a variables relacionadas con variables individuales y estructurales. Tales son la edad, el sexo, educación, estratificación socioeconómica y psicológica. Tales variables en efecto, parecen aludir a lo que otros escritos académicos describen como conciencia social. Por conciencia social se entiende la alienación del imaginario colectivo basado en una ideología o concepción holística del mundo de acuerdo a los intereses de la clase social.
Ahora bien, ¿qué tanto influye el grado de conciencia social en la participación política? Para empezar es necesario describir los tipos de participación política, los intereses de los estratos o clases sociales, las estructuras históricas del poder, y la coyuntura del proceso político.
Factores que influyen en la participación política.
En cuanto a los tipos o formas de participación política, se coincide con el modelo sustraído de los trabajos de Pasquino y Conway, en los cuales gira la participación política. Sin embargo, se ponen en duda los argumentos normativos de Fernández de Mantilla con respecto a la determinación individualista y presuntamente racional de las personas en su actuar político, puesto que no considera las variables de la formación histórica, la coyuntura política y la cultura propia que gatillan la participación.
En contraste, es necesario considerar la vinculación de los individuos con sus redes de pares, sub alternos y superiores dentro de la jerarquía social a la que pertenece cada individuo y sus múltiples redes que conllevan a la cooperación y al capital social.
Según los trabajos de Bourdieu, Lin, Coleman y Putnam sobre la formación del capital social, sostienen que los individuos acumulan relaciones con otros individuos en base a la confianza, empatía y grados de cohesión social, en las cuales se comparte la información, los símbolos y el poder, los cuales fluyen de acuerdo a la densidad y estructura de la red.
Conciencia social vs cálculo racional
A partir de aquí es posible aproximarse a la implicación de las redes sociales en la participación política desde los enfoques individualista-colectivo y estructural-histórico. En este sentido, más allá del voluntarismo estructuralista, la participación política también está fundamentada en la lucha por los intereses colectivos desde o contra el grupo hegemónico.
Como sostiene el trabajo de Tanaka (1995), la participación política en América latina está “casi reducida a su expresión mínima: la electoral”. La lucha por los intereses colectivos en una sociedad que adopta los criterios occidentales de la “democracia”, esgrime que el lugar y forma para defender los intereses colectivos es a partir de la suma de las decisiones individuales volcadas en las urnas, por un candidato y en un solo día determinado.
Cuando los delegados políticos están desarticulados de sus representados, o viceversa, las tomas de decisión se vuelcan al interior de una camarilla cuyos integrantes comparten entre sí una jerarquía: el intermediarismo o brokers.
Los estados autoritarios, según Bobbio, se caracterizan por un gobierno dominante, una población sistemáticamente apaciguada, donde el debate es censurado articulados por intermediarios funcionales al régimen. A diferencia de las sociedades democráticas, donde los gobernados comparten las decisiones y el poder político desde lo local, la sociedad es altamente participativa y donde los intermediarios tienen un papel menos preponderante.
Según los estudios de Putnam y Lin, en sociedades autoritarias, los intermediarios juegan un papel fundamental para la articulación del poder y el flujo de información entre los gobernantes y los gobernados. Es a través de ellos que el bloque político gobernante puede ejercer su dominio a través del tiempo y que la masa de gobernados puedan ser contenidos a partir de prebendas y beneficios articulados a partir de redes clientelares.
Históricamente, la lucha por el poder en América latina se ha caracterizado por la concentración de una oligarquía política que utiliza el aparato del Estado como forma de conservación del poder, mercancía de reparto entre los aliados y coerción de lo opositores al régimen.
El Poder y la participación política
El presidencialismo fue adoptado por todos los gobiernos latinoamericanos como régimen de gobierno post-independentista, no como la forma original norteamericana de un presidente débil y estados autónomos fuertes, sino por el presidente o caudillo que concentra mucho poder, emanado de argucias electorales que le dan la apariencia de legítimo, que en la realidad ha servido para mantener a la oligarquía terrateniente en todo el siglo XIX y principios del XX, después a la élite relacionada con los empresarios nacionales.
En consecuencia, la forma de acumular el poder en los últimos 200 años ha sido por a través del intermediarismo, la concentración de poder en los delegados políticos y la gradual atomización del poder colectivo.
Durante los últimos 30 años, los sistemas políticos latinoamericanos han experimentado una liberalización política y económica de los regímenes autoritarios tradicionales, sin abandonar el régimen y la forma de gobierno.
En contraste con el modelo de participación política popular propuesto por Tanaka, según el cual las “estructuras de oportunidad política” están determinadas por la apertura del sistema político, la lucha por el poder o por intereses colectivos está además influida por factores típicos del poder como la manipulación, la coordinación, la coerción o la represión. Es decir, las estrategias de la acción colectiva no sólo están determinadas por la apertura que sostengan los sistemas jurídicos de cada país, sino por la forma histórica de articular el poder y la intensidad de la lucha entre los diferentes grupos por coseguirlo. Con esto sostengo que en las democracias de sistemas políticos abiertos también existe la clientelismo, represión, la apatía electoral y la desligitimación del sistema de partidos.
Para ejemplificar lo anteriormente descrito, tomaré el caso de México para ampliar esta hipótesis. En las décadas de los ochentas y noventas, al igual que otros países de la región, México atravesó por cambios estructurales, que entre otros temas, que afectaron la competencia por el poder político y por tanto de la participación de la sociedad civil en este proceso. Tal apertura, permitió que tanto los partidos que ya tenían una participación marginal en la competencia obtuvieran mayores puestos en el gobierno y en la representación legislativa, como aquellos que se encontraban en la clandestinidad.
Esto sólo afecto la hegemonía del Partido Revolucionario Institucional, convirtiéndolo gradualmente a un partido competidor dominante. Sin embargo, no afectó el clientelismo, el corporativismo y la coacción del voto como prácticas recurrentes en contiendas electorales, al contrario, se extendió hacia los demás partidos. De esta manera, podemos soslayar que el número de partidos no hace más democrático un sistema político, sólo abre la competencia, pero la participación ciudadana como pieza fundamental queda condicionada o restringida en algunos casos.
A partir de dicha coyuntura, la participación política estuvo condicionada por los acuerdos entre la élite y el nuevo sistema de partidos, quienes defendieron sus intereses y de forma indirecta el de los ciudadanos. De ahí, que la participación política se lleve a cabo con cierto margen de desconfianza.
En este sentido, sostener que la democracia latinoamericana pueda ser un reflejo de la ideología “democrático-participativa” o “liberal-democrática” como sostiene Rafael del Águila, sería encuadrar un enfoque europeo con la realidad latinoamericana, puesto que la formación del poder ha sido diferente, y por supuesto la participación de los ciudadanos y sus agentes colectivos han tenido otra ponderación en el actuar de sus gobiernos.
Algunos estudios del voto en América latina sugieren que en promedio cerca del 40% de los votos emitidos en las elecciones locales y presidenciales son producto de las prácticas corruptas anteriormente descritas, 30% es por vinculación con el partido, llamado voto duro, y el resto por una reflexión individual.


Conclusiones
En conclusión, la participación política es un concepto que está formado por múltiples variables sociales, económicas, políticas y culturales. No deben ser confundidas las estrategias de la participación colectiva en coyunturas específicas con estructuras de oportunidad política, que sólo caen en simplismos epistemológicos y no dan cuenta de los acontecimientos acumulados a través del tiempo.
No toda participación política está fundada en el aumento de las utilidades individuales basadas en cálculos oportunistas, ni determinadas por la apertura presumen los sistemas legales de un país. Las formas de participación política están mayormente influidas por el grado de organización que tienen los colectivos, la intensidad y reglas del conflicto y el grado de compromiso con la que sus miembros participan.
En síntesis, la forma de analizar la participación política debe integrarse a partir de la concepción histórica de los grupos o clases que intervienen en la defensa de sus propios intereses desde, con o contra el poder. La participación política es parte del imaginario colectivo creado según las redes sociales en las que cada individuo interactúa y en la que las ideas que dominan fluyen dentro de su red de acuerdo a la posición que cada individuo tiene dentro de esta red y su conexión con otras. Por lo tanto, sería necesario hacer más estudios sobre la participación política en América Latina y comparar las experiencias históricas con el fin de realizar aproximaciones más certeras de la participación para elaborar modelos descriptivos del fenómeno, que no encasillen nuestra realidad a la realidad de otras regiones.




Bibliografía
• Bobbio, Norberto (1994), Estado Gobierno y Sociedad, Fondo de Cultura Económica, México
• Bourdieu, P. (1986), “The forms of capital” en Richardson, J. (ed.) Handbook of Theory and Research for the Sociology of Education, Greenwood Press, EUA.
• Conway, Margaret (1986), La participación Política en Estados Unidos, Gernika, México
• Del águila, Rafael (s/f), “la participación política como generadora de educación cívica y gobernabilidad”, en Regista Iberoamericana de Educación, No. 12, Organización de Estados Americanos.
• Fernández de matilla (1999), “Algunas aproximaciones a la Participación Política” en Reflexión Política, Marzo, Año 1, No. 1. Universidad Autónoma de Bucaramanga, Colombia
• Lin, N., (1999), “Building a Network Theory of Social Capital”, en Revista Connections, Vol. 22, Núm. 1, pp. 28-51. EUA.
• Pasquino, Gianfranco (1994) Manual de Ciencia Política, Alianza Editorial, Madrid.
• Putnam, R., (1993), Making Democracy Work”, Princeton University Press, EUA.
• Tanaka, Martín (1995) “La participación política de los sectores populares de América Latina” en Revista mexicana de Sociología, Vol. 57, no. 3 (Jul-Sep) México.

La Participación Política en México: formas y retos


Resumen
Desde hace más de 30 años, las instituciones en México han experimentado cambios ambiguos respecto a la participación política que han influido de alguna manera en el comportamiento de los actores. La ambigüedad que el sistema legal refiere a la participación política encuentra recurrente sus límites cuando se enfrenta directamente con el poder. En este sentido, la participación política en México ha jugado una suerte de apertura-restricción que invariablemente ha afectado el comportamiento de los actores, productores, espectadores y críticos del sistema político mexicano.

Este ensayo tiene como objetivo analizar las formas de participación política en México, sus retos y las formas de participación que con mayor frecuencia ha sido utilizada por los ciudadanos.

La participación política en México: una aproximación conceptual

La participación política se refiere en términos generales a la forma de actuar de los ciudadanos, de forma colectiva o individual, organizada o no, para expresar su aprobación, rechazo, opinión, propuestas, colaboración, quejas, denuncias para expresar su voluntad respecto a asuntos de interés general.

Por tanto, para analizar las formas de participación es necesario recurrir a un marco teórico que de cuenta de un modelo de análisis de la participación política. Para ello, podemos distinguir tres enfoques sobre la Participación: el estructural-funcional, el neoinstitucional y el marxista.


El Enfoque estructural-funcional:

El primero establece que la participación política es un mecanismo de respuesta ciudadana a la falta de efectividad de respuesta del gobierno sin llegar a ser un componente anti-sistémico. En este sentido Huntignton (1974) sostiene que el cambio de posturas, objetos, valores e ideologías de quienes demandan mayores cuotas de participación contrariaban a un gobierno eficiente y bueno, propio de lo que él denominaba como “política benigna”.

En este mismo sentido, Meister (1971) sostiene que el asociacionismo en las sociedades complejas establecerá como una cooperación entre los hombres no para definir los medios, sino sólo para definir los fines, alcanzando así la sociedad una mayor racionalidad en sus decisiones. Esta teoría, fundada en los principios de la teoría de los sistemas de Easton y posteriormente de Young, respecto a sus análisis de los grupos y de la teoría cibernética que sostiene que la mecánica de la cooperación en el largo plazo, en este caso de los ciudadanos, servirá para mantener los sistemas políticos funcionales paralelamente a su complejidad.

En este sentido, Barnes y Kasse (1979) sostienen que “las transformaciones que se estaban operando en las sociedades occidentales estaban dando lugar a un nuevo paradigma político en el que se registraba un continuo incremento en las tasas de participación ciudadana” (Barnes y Kasse, 1979, citado por Oñate, 2005: 104). De ahí que varios otros autores sostuvieran que la alta participación política podría poner en riesgo varios sistemas políticos occidentales que eran conducidos por la llamada “democracia elitista”, puesto que varias de las formas de participación se salía de lo llamado convencional o también entendido como legal, formal o tradicional. Ejemplo de ello, tenemos los movimiento estudiantiles de la las décadas de los 60’s y 70, como la Primavera de Praga, México, Paris y China de 1968, entre otros.

En consecuencia, Barnes y Kasse elaboran categorías de individuos de acuerdo a sus formas de participación, a saber (Oñate, 2005: 107):
• Inactivos: individuos con a pesar de contar con cierta información y ganas de participar no lo hacen.
• Conformistas: personas que van bastante lejos de la utilización de las formas de comportamiento político convencionales, aunque no estarían dispuestos a participar en acciones directas.
• Reformistas: personas que participan activamente en política de forma habitual, que pueden acudir a formas de acción convencional y no convencional, siempre que sean legales.
• Activistas; ciudadanos que amplían su catalogo de formas de acción política al máximo, utilizando profusa y cotidianamente sus distintas posibilidades en ocasiones no legales.
• Contestatarios: son activos como los reformistas o los activistas, que si bien no suelen recurrir a la acción convencional por considerarlas ineficaces.

Tomando este criterio, Dahl (1999) sostiene que la única forma de Estado que permite el mantenimiento del sistema político a partir de la creciente participación política posterior a la Segunda Guerra Mundial descrita por Bell, es la democracia. Así, la democracia ofrece cinco criterios para el buen funcionamiento del sistema político tanto para los gobernantes como para los gobernados: a. Participación efectiva; b. Igualdad de voto; c. Alcanzar una comprensión ilustrada; d. Ejercitar el control final sobre la agenda, y; e. Inclusión de los adultos (Íbid, 1999: 46-51).

De esta manera, los sistemas políticos “modernos” han ido agregando formas de captación de demandas provenientes de las formas otrora no convencionales, como la consulta ciudadana, la rendición de cuentas, la difusión pública, las iniciativas populares, los plebiscitos, entre otros. Con ello, las democracias occidentales o avanzadas han podido mantenerse funcionando con estándares de buen gobierno impuestos por su democratización e influyendo en el comportamiento de los actores para la conducción de sus demandas. Así a partir de las nuevas formas de acción política engloban a que los ciudadanos “políticamente más sofisticados, activos y críticos no suponen una amenaza para el orden social existente, sino más bien (sic) lo contrario […] pueden suponer el catalizador que haga las oxidadas estructuras políticas más fludificadas (sic) y abiertas al cambio social”. (Oñate, 2005: 111)

El enfoque Neoinstitucional

El institucionalismo, proviene de los estudios políticos realizados en su mayoría por estudiosos con formación filosófica y jurídica durante los años 50´s. En términos generales, el institucionalismo sostiene que el comportamiento de los ciudadanos está determinado por las formas de articulación de las instituciones y de los marcos legales que les sustentan. En este sentido las instituciones, entendidas como agentes de comportamiento masivo, son las responsables del correcto funcionamiento de los gobiernos y del comportamiento de los ciudadanos.

Hacia mediados de la década de 1980, el institucionalismo comenzó a adoptar parte de la teoría de la “elección racional” o del “individualismo metodológico”. La teoría de la elección racional –proveniente de las ciencias económicas a partir de los estudios de Rokkan y Lipset (1967)- propone que en las ciencias sociales, los fenómenos sociales son reductibles a lo individual y la que tiende a pensar que la sociedad se impone a los individuos y que las entidades macrosociales no son reductibles a los individuos.

Además sostiene al individuo como un actor racional que busca de manera informada la maximización de la utilidad acorde a sus intereses mediante un cálculo de costo-beneficio a partir de su competencia con otros actores. Por tanto, la conducta individual puede ser estudiada en laboratorios mediante el uso de tecnologías informáticas y cálculos matemáticos que permiten disponer de probabilidades futuras de comportamiento que parten de axiomas deductivos sobre la racionalidad del individuo, la competencia con otros y las condiciones objetivas de la coyuntura.

Tanaka (1995: 45), sostiene que la racionalidad de la participación en América latina (expresada en la dinámica de los movimientos sociales) se ve afectada por “elementos tales como la apertura o cerrazón del sistema político, la estabilidad o inestabilidad de las alineaciones políticas existentes, la presencia o ausencia de los aliados o grupos de apoyo, el grado de utilidad o de división del interior de las élites y su tolerancia frente a acciones de protesta y la capacidad del gobierno para instrumentar sus políticas” que alteran la rentabilidad y costo de la acción colectiva y la incentivación o no de la movilización.

Así, la participación política es entendida como el uso racional de los mecanismos institucionales o no institucionales disponibles en cada sociedad, con el objetivo de maximizar las utilidades colectivas-individuales en base a las oportunidades coyunturales que lo permitan.

El enfoque Marxista

Para el enfoque o teoría marxista, la participación política es entendida como la lucha de clases que se suscita dentro de los sistemas de producción basados en la ganancia, la rentabilidad y el interés. Lenin sostenía que la lucha de clases es el motor de la historia, lo que significa que la dinámica dialéctica entre las clases sociales promueve los cambios en los sistemas de producción social.

El sistema de producción capitalista se reproduce a partir de la explotación por parte del dueño de los bienes de producción (burguesía) sobre los dueños de su trabajo (proletariado) cuya ganancia está basada en el trabajo no pagado a los trabajadores (plusvalía). En consecuencia la acumulación del capital por parte de la burguesía se convierte en un punto de tensión económica, política y social por parte de quienes trabajan para la acumulación del capital pero no reciben los beneficios de la producción de forma justa.

Esta relación contradictoria puede intensificarse de acuerdo a múltiples factores objetivos (crisis económica, dictadura, expansión del trabajo, etc) e histórico-culturales. Gramsci (1970) sostiene que existe una relación sociedad civil-sociedad política ante la cual el aparato de Estado es usado como instrumento de las clases dominantes para mantenerse en el gobierno mediante la represión, la coerción o la violencia.

Así, la participación de la sociedad civil es fundamental para la estabilidad de las clases dominantes y de su hegemonía en el aparato e instrumentos de Estado. Cuando la sociedad civil incremente su dominio en la ideología, cultura y puestos del aparato de Estado, menor será el dominio de la clase política y por tanto desaparecerá la hegemonía del capitalismo.

Trotski (2007) sostiene que la revolución sería consecuencia de la continua participación de la sociedad civil en la lucha de clases hasta la desaparición del capitalismo y de la sociedad de clases en la instauración del comunismo.

En consecuencia, la lucha de clases está determinada por un lado, por el uso de la superestructura (ideología) de Estado, así como del aparato de estado (coerción) por parte de las clases dominantes (burguesía, clase política, terratenientes, pequeño-burguesía) y sus aliados (clero, milicia y otros), contra las clases no dominantes, pero concientes (proletariado, campesinos, estudiantes, indígenas, migrantes) y sus formas de lucha (protestas, huelgas, paros cívicos, mecanismos legales, tomas de fábricas, entre otras).

Es decir, que las sociedades de clases promueven las relaciones dialécticas una vez que las contradicciones del sistema afloran por la experiencia de las clases, es reflexionada, padecida e instrumentada en una organización revolucionaria (el partido político) a través de una ideología (creación de cuadros) y un órgano centralizado de decisiones (la vanguardia). O sea, que mientras existan las sociedades de clases habrá manifestaciones de la sociedad civil de descontento contra el gobierno y el capital, así como la reacción de estos últimos para mantener sus privilegios de clase.

De esta manera, Offe (1988) clasifica a los participantes de acuerdo a sus ideales en combinación con sus causas y opinión sobre los mecanismos del aparato de Estado (o instituciones), de la siguiente manera (citado en Oñate, 2005:116):
Ciudadanos democrático-liberales: participan tanto a través de formas convencionales como no convencionales, dentro del marco de sistema político establecido en el que confían para su causa.
Ciudadanos apáticos-conformistas: ciudadanos que tampoco participan en causas colectivas públicas o semi- públicas, relacionadas con el interés general, pero í manifiesta apoyo al sistema político dominante.
Ciudadanos solidarios alternativos: tienen valores comunitarios y comparten una idea del interés general y las causas colectivas que les gustaría ver desarrollados, si bien estiman que el sistema institucional formalizado no va a propiciarlo.
Ciudadanos abonados al privativismo político y social: individuos que no tienen una especial concepción del interés general, no se interesan por causas colectivas públicas o semi-públicas, ni tienen una causa que defender salvo su propio interés general, no participan políticamente.

Por lo que la participación política está determinada el carácter histórico de los intereses de clase ya sean colectivos, estructurales o particulares, como parte de la lucha de clases contra la burguesía y sus aliados.

La participación política en México

Una vez analizado tres de los enfoques generales de la participación política, es posible dar cuenta de la participación del México contemporáneo, en particular de la década de 1980 a la fecha.

Desde las manifestaciones masivas de descontento de 1968 en adelante, en contra de la hegemonía del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en el sistema político, las élites gobernantes –aglutinadas entorno a la figura del presidente de la República desde la década de 1940- formularon reformas de ajuste estructural con el fin de mantener el control de las masas, disminuir las posibles tensiones anti-sistémicas de las guerrillas urbanas y rurales, y mantener la cohesión al interior de las bases y élites regionales del PRI y de sus aliados.

Para ello, promovieron una serie de liberalizaciones, tanto del sistema económico como político, que conllevaron a la apertura de los mecanismo de participación política tales como el aumento en el número y registro de partidos, incremento gradual en los puestos de representación y gobierno, aumento paulatino de las garantías individuales y finalmente, el cambio de funcionamiento de algunas instituciones. Todo ello, se ha ido logrando mediante la negociación o consensos entre las élites de la oposición leal, en términos de Linz, y mediante la coerción y la represión contra la oposición anti-sistémica o semi-leal.

En el ámbito económico el cambio en la forma de producción del capitalismo de estado, transito hacia el llamado “libre mercado” que no es más que una fase superior del capitalismo colonialista. De esta manera, el rompimiento de gobierno-burguesía permitió el cambio en las formas de producción basadas en la sustitución de importaciones que se enfocaban en el mercado interno y en la estatización de los medios de producción, trocó hacia una economía que beneficia el intercambio comercial con socios estratégicos, privatización de la producción y servicios públicos en base a la inversión extranjera, el fortalecimiento del sistema financiero y el enriquecimiento desde y hacia otros mercados.
La participación política en México a quedado reducida y especialmente enfatizada en la participación electoral. Esta etapa de restricción-apertura, provocada por los acuerdos dirigido desde las clases dominantes hacia los opositores leales, a tenido como resultado que la arena del conflicto político se lleve acabo en las urnas, de forma temporal y con candidatos legalmente ratificados a cambio de la aceptación del sistema político y económico. Es decir, que la sociedad civil organizada puede no sólo a ser escuchada sino acceso a puestos de poder, eso sí, dentro de una competencia desigual .

Mecanismos de participación ciudadana

En la legislación mexicana, existen diferentes leyes que tienen como objetivo regular el comportamiento, competencias y límites de la participación ciudadana. En general, se han establecido 12 mecanismos de participación ciudadana convencional a saber:
1. Plebiscito
2. Referéndum
3. Iniciativa Popular
4. Consulta ciudadana
5. Colaboración ciudadana
6. Rendición de cuentas (accountability)
7. Difusión Pública (Transparencia)
8. Red de contralorías ciudadanas
9. Audiencia pública
10. Asambleas ciudadanas
11. Presupuesto participativo
12. Voto en elecciones populares

Sin duda, la emisión del voto en elecciones populares como las presidenciales, legislativas y de gobiernos locales a sido la de mayor extensión como mecanismo convencional de participación. De hecho existe un instituto encargado de dicho mecanismo que recibe cerca de 12 mil millones de pesos mexicanos (cerca de 1 millón de dólares anuales): el Instituto Federal Electoral.

Además ha habido cada vez mayores políticas de fortalecimiento en la redención de cuentas, audiencias públicas, presupuesto participativo y transparencia de los servicios públicos. En tanto, que el plebiscito, el referéndum, y la consulta ciudadana escasamente han sido utilizadas como mecanismos de participación ciudadana. Ello, probablemente se deba a la desacreditación de las autoridades en todos sus niveles como consecuencia de la corrupción como mecanismo histórico de solución y canalización de los problemas de la ciudadanía hacia parte de un estado poco eficiente.

Por otro lado, las protestas, huelgas, marchas masivas y paros de vías de transporte se han mantenido en un aumento gradual como mecanismo de participación política no convencional. La creciente desigualdad social provocada por la expansión del capital en la producción y distribución de bienes públicos, el aumento del narcotráfico y de la violencia del Estado, la pauperización de la calidad de vida, ha incrementado el descontento generalizado tanto de las clases proletarias, campesinas y subalternas que han volcado su participación a mecanismos no convencionales.


Los retos de la Participación Política

En conclusión, los retos de la participación política deben tener no sólo la apertura de los mecanismos de de las demandas ciudadanas por parte de los entes públicos para ser escudadas, sino que deben ser extendidas a cada vez mayores números de personas, como los indígenas, clases marginadas, jóvenes, adultos mayores, discapacitados y extranjeros. A su vez, se debería incrementar la eficacia de la solución de las demandas por parte de los gobiernos, tanto en su celeridad como en su efectividad.

Pero el reto más importante, es quizás el control de la corrupción como forma cultural e instrumental de canalizar la solución de las demandas ciudadanas. Ello ha creado no sólo un clima de descrédito hacia las autoridades, sino que ha aumentado la violencia, los delitos y la cada vez más creciente deslegitimación del sistema político mexicano y de sus gobernantes.


Bibliografía

• Dahl, R. (1999), La democracia. Una guía para los ciudadanos, Ed. Taurus, Argentina
• Gramsci, A. (1970), Antología, Ed. Siglo XXI, México.
• Huntington, S., y P. Nelson (1976), No Easy Choise: Political Participation in Developing Countries, New Heaven, Harvard University, Estados Unidos.
• Meister, A., (1971), Participación social y cambio social, Ed. Monte Ávila, Venezuela.
• Meyemberg, Y. y J.M. Herrera (2003), Las reglas y los comportamientos: 25 años de reformas institucionales en México, Instituto de Investigaciones Sociales, UNAM, México.
• Offe, C., (1988), Partidos políticos y nuevos movimientos sociales, Ed. Sistema, España.
• Oñate, P., (2005), “Participación política, partidos y nuevos movimientos sociales” en Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, No. 194, pp. 103- 136.
• Tanaka, M., (1995), “La participación política de los sectores populares de América Latina”, Revista Mexicana de Sociología, Vol. 57, No. 3 (Jul-Sept), México
• Trotski, L., (2006), La Revolución Permanente, Fundación Federico Engels, México
• Young, O., (1993), Sistemas de Ciencia Política, Fondo de Cultura Económica, México

Descubrimientos insospechados para ganar el Nobel


Para muchas personas, nos parecen admirables todos aquellos que ganan un premio Nobel en cualquiera de sus clasificaciones. Indudablemente, la Real Academia Sueca de Ciencias le otorga esta distinción a quienes consideran que sus descubrimientos han sido de fundamental importancia para el desarrollo de la Ciencia, las Matemáticas y las Humanidades.

Una gran idea se caracteriza por ser sencilla, bella y útil a la vez. Cuando conocemos que detrás de esa gran idea hay una idea más sencilla de lo que sospechamos, como la que un niño se hace al observar un rehilete o el movimiento de las nubes, nos sorprenden aun más que provengan de aquellos grandes genios que la humanidad ha conocido. Ejemplo de ello, son los descubrimientos de Albert Einstein en problemas tan sencillos como estudiar el comportamiento de los granos de azúcar cayendo en su café de todas las mañanas, el caer de un elevador o calcular la posición de una estrella. Suenan disparates, pero tres célebres ensayos[1] escritos en 1905 que le dieron el Nobel de Física en 1921, y que, según algunos científicos, le faltaron al menos dos más.

Se dice que Einstein estaba sentado tomando una taza de café con un amigo, observó cómo caían y se comportaban las partículas de azúcar cuando se sumergían en su café. Observó comportamientos extraños de las partículas, y su disolución a lo largo de un rato. Sus estudios sobre el Movimiento Browniano de las partículas[2] le dieron certeza al mundo científico de la existencia de los átomos en la composición de la materia, que hasta entonces estaba en duda.

Su segundo artículo, titulado “Un punto de vista heurístico sobre la producción y transformación de la luz” (no mayor a 10 hojas) proponía que la idea del “quanto” de luz (actualmente se le da el nombre de fotones) demostraba que la luz es a la vez materia y energía. Su teoría sostiene que la emisión de electrones por un material cuando se ilumina con radiación electromagnética, que va desde las ondas de baja frecuencia como las de radio no visibles para los humanos, pasando por la luz visible, los rayos infrarrojos, ultravioleta, los Rayos X y finalmente los Gamma de mayor frecuencia de onda. Este descubrimiento le dio el premio Nobel de Física.

Finalmente, su tercer artículo surgió de un día de verano mientras Einstein miraba por la ventana cuando trabajaba como empleado en el departamento de patentes en Alemania, se imaginó a un hombre tirándose de un edificio y sobre la aceleración que traería consigo. Mientras eso sucedía imaginaba la fuerza de gravedad que tendría si cayera desde un elevador. Tiempo después descubrió que la gravedad no era una “fuerza que jala hacia el centro del planeta” como sugería Newton, sino la deformación del llamado espacio-tiempo producido por un objeto más masivo sobre la trayectoria de un objeto menos masivo. Toda la materia estaba sujeta a esta deformación a la cual llamó singularidad, toda, hasta la luz. Esto fue el desarrollo de la Teoría de la Relatividad General, una teoría que hasta nuestros días pocos científicos la comprenden, pero que está fundamentado en un artículo no mayor a 30 páginas y con matemáticas no tan complicadas, como el propio teorema de Pitágoras[3].

De forma similar, el premio Nobel de Física 2010, otorgado a los físicos rusos André Geiem y Konstantin Novoselov por su contribución en el desarrollo del grafeno, un superconductor de electricidad tan eficiente como el cobre o el silicio pero que no se calienta y es más abundante en cualquier parte del mundo, pues proviene del carbón, extremadamente flexible, transparente y barato[4]. Justamente una década atrás, André Geiem ganó Premio Ig Nobel[5], conocido por algunos como el anti-Nobel, el cual es otorgado por la revista Annals of Improbable Research (AIR) a las investigaciones que consideran inútiles, inverosímiles o por ser grandes farsas. Se lo han ganado engaños como la curación a través de la llamada magnetoterapia, o como los mexicanos Javier Morales, Miguel Apátiga y otros (2009)[6] de la UNAM por producir filamentos de diamante a partir del tequila, o de las también mexicanas Karina Acevedo y Agnes Rocha (2010)[7] del IPN para colectar mocos de ballena con helicópteros a control remoto, o como el propio Gaiem, por inventar un mecanismo para hacer levitar con magnetos a una rana.

Si el Ig Nobel hubiera existido hace más de cinco siglos, seguramente varios genios lo hubieran ganado. Galileo hubiera ganado varios por sugerir que el planeta tierra se mueve alrededor del Sol, o Darwing al sugerir que tenemos un pasado común con los simios, hasta el propio Einstein hubiera tenido el suyo por estudiar los granos de azúcar disueltos en un café.

Pero no es de sorprendernos, la historia nos ha enseñado que las grandes ideas pasan por un periodo del ridiculez, otro de incomprensión u olvido, otro de discusión, y finalmente la aceptación. Sólo las grandes mentes saben a lo que juegan, mientras los demás sólo juzgan que es una pérdida de tiempo en comparación con la rutina de producir dinero en un trabajo estable.





[1] El año de 1905, es conocido en mundo de la física como el “Annus Mirabillis” o año maravilloso debido a los tres grandes ensayos de Einstein sobre el efecto fotoeléctrico (que le daría el Nobel), la Teoría de la Relatividad (que desarrolló el campo de la Astrofísica, la mecánica cuántica y el desarrollo de grandes inventos como los satélites y el GPS) y finalmente sobre el Movimiento Browniano.



[2] Einstein, A., (1905), “Sobre el movimiento requerido por la teoría cinética molecular del calor de pequeñas partículas suspendidas en un líquido estacionario”, Alemania



[3] Einstein, A. (1905), “Sobre la electrodinámica de los cuerpos en movimiento, versión digital en www.fisica2005.unam.mx/index.php?option=com_docman...65...



[4] Algunos ingenieros, empresarios y científicos consideran que este descubrimiento podría ayudar, por ejemplo a que las pilas de las laptops duren más, al evitar convertir la energía en calor y aprovechar de meor manera la electricidad. Imagínate que la pila de tu laptop o celular te duren más de una semana o más sin tenerlas que recargar. Que se desgasten menos los componentes eléctricos y que se abaraten los costos de los productos al no depender del silicato o del cobre para su fabricación.



[5] Ig Nobel es un juego de palabras en inglés que se pronuncia Ignoble que significa innoble o no-noble.



[6] Ig Nobel de Química 2009



[7] Ig Nobel de Ingeniería 2010

domingo, 3 de octubre de 2010

2 de octubre: El recuerdo de los estudiantes con ideas de futuro


Por: Elizabeth Quiroz y Eduardo Bustos

El 2 de octubre representa para la conciencia colectiva mexicana el día en que el gobierno se enfrentó a su peor enemigo: los estudiantes conscientes y organizados. Y es que las diferencias entre los estudiantes de 1968 con los del 2010, son fundamentales para comprender la deplorable situación actual entre los jóvenes mexicanos.
Mientras que los estudiantes del 68 luchaban por ideales de democracia y mejoras sociales en base al predominio de la ideología del socialismo entre las aulas de las universidades públicas, los estudiantes del 2010 buscan entrar a una escuela y conseguir un empleo medianamente decente, por lo menos el 20% de los que logran entrar a las universidades.
Y es que, a pesar de las contradicciones del sistema político y social de finales de los 60´s, existía una visión de proyecto nacional que concatenaba las necesidades de la clase media –cuando existía- a mayor nivel de educación mayor probabilidad de encontrar un empleo bien remunerado, que se reflejaría por tanto en una mejor calidad de vida. Hoy en día esta ecuación ya no es percibida como válida.
La matanza de estudiantes que inició el 2 de octubre de 1968, no fue un episodio aislado ni el único. En ese mismo año, otros estudiantes en Checoslovaquia, España, Francia, Uruguay, Argentina y la República Federal Alemana luchaban por la justicia social y un régimen de libertades. Gracias a estos movimientos estudiantiles, sindicales y sociales nos dimos cuenta que los derechos de los ciudadanos son mucho más importantes que los privilegios de los gobernantes. Así, gracias a estas manifestaciones masivas de descontento, es como heredamos las ideas de democracia, pluralidad, participación y libertad, a tal grado que los mismos regímenes estuvieron obligados a abrazarlas y hacerlas propias.
Sin embargo, los gobiernos actuales no han sido capaces o no han querido, que el pensamiento crítico se desarrolle entre sus estudiantes, sino formar ejércitos de empleados dispuestos a obedecer.
Según estudios de la CEPAL , el aumento de la educación privada en América Latina es uno de los factores de riesgo para no salir del subdesarrollo, dado que las necesidades del mercado en el capitalismo periférico requieren empleados acríticos que se conformen con salarios bajos, pero que ofrezcan las mejores calidades técnicas y disposición a largas jornadas laborales, donde no son necesarias habilidades científicas y especializadas puesto que, en el mercado de exportación de materias primas, son prescindibles y pueden ser realizadas por la élite educada en los países del capitalismo central.
Justamente, esta nueva élite pro-mercado, descendientes de la clase política de la década de los 60´s y 70´s, comenzó a gobernar en los países de América Latina en la década de los 90’s. No es coincidencia que Salinas, Menem, Color de Melo entre otros que estudiaron en universidades de Estados Unidos, siguieran pautas similares como la conducción del neoliberalismo impulsado por los gobiernos autoritarios que les precedieron . Así, desde hace 30 años surgió un cambio generacional en el aparato del Estado, que dio paso para que los economistas educados en Estados Unidos desplazaran a los abogados provenientes de la UNAM .
Transcurridas tres décadas, hemos sido testigos del avance sin dirección de nuestro sistema educativo, donde lejos de brindar equidad social se ha ampliado la brecha de conocimiento de acuerdo a su capacidad adquisitiva.
Y es que a 42 años de distancia, seguimos teniendo el mismo gobierno, lo que nos hace falta son más estudiantes luchando por la equidad social, por un México más justo con igualdad de oportunidades.
Es cierto cuando decimos que sólo por medio de la educación alcanzaremos el desarrollo pero también es cierto que son nuestros estudiantes, quienes a través del conocimiento enfrentarán a un régimen que se aferra al poder por el poder, que no está contribuyendo al crecimiento económico y que tampoco nos otorga estabilidad política con participación social.
Por todo lo anterior, y hasta que la democracia deje de ser un motivo de defensa constante, el 2 de octubre seguirá siendo parte de la necesidad de soñar por una verdadera transformación del México contemporáneo.

Análisis sobre las elecciones presidenciales de Brasil


El próximo domingo 3 de octubre se llevarán a cabo elecciones generales en Brasil, incluida la elección presidencial. Se elegirán a los 26 gobernadores de los estados brasileños, 54 de 81 miembros del Senado y a los 513 diputados federales.
Desde enero del 2003, Brasil ha sido gobernado por el ex líder del sindicato de obreros metalúrgicos de Sao Paulo, Luiz Inacio “Lula” da Silva, del laborista Partido dos Trabalhadores (PT). La popularidad y el respaldo a las políticas de Lula, han ido en aumento desde que tomó posesión en su primer periodo, llegando en la actualidad, según diversas encuestadoras, a un 80% del respaldo de la opinión pública. Por ello, Lula, se ha convertido en un referente tanto para los electores como para los candidatos.
Son nueve los candidatos que compiten por la presidencia del país, sin embargo, sólo tres los que encabezan las preferencias, dos de los cuales son mujeres. La primera, según varias de las encuestadoras de opinión, es Dilma Roussef, (PT) hija de un comunista búlgaro, guerrillera en su juventud durante la dictadura (1964-1985) torturada y presa por tres años durante el gobierno militar. Durante el gobierno de Lula se desempeñó como ministra-jefe de la Casa Civil (Secretaria de la Presidencia). Es la heredera de la política oficial, y que según varios analistas representará una mayor participación del Estado en la economía y la continuación de programas sociales y laborales.
Por su parte, José Serra del Partido Social Demócrata Brasileño (PSDB), doctor en Economía, ex gobernador de Sao Paulo, ex diputado y ex alcalde de la ciudad de Sao Paulo, un político con la trayectoria más amplia, pero un fracaso como candidato. Fue ministro de Salud durante el gobierno de Fernando Henrique Cardoso, pero éste último, ha brillado por su ausencia en la campaña. Serra representa los intereses de la burguesía y de la oligarquía regional brasileña, busca mantener el camino del libre comercio del presidente Lula, pero ahora ni su partido, lo apoya dado el pronóstico de un fracaso histórico.
Finalmente, Marina Silva, del Partido Verde (PV), ex ministra del Medio Ambiente del gobierno de Lula, y activa defensora de la selva amazónica, se cambió del PT al PV por diferencias en el tema de la intervención de las empresas productoras de biodisel en la Amazonia. Silva es apoyada por los partidos de izquierda como el Partido Comunista Brasileño (PCB), Partido Socialismo y Libertad, entre otros.
Las políticas públicas impulsadas por el gobierno de Lula han dejado un disenso entre la izquierda y una sorpresa para la derecha brasileña. Por un lado, la izquierda esperaba cambios más radicales en la conducción de programas laborales y sociales, en cambio, Lula propuso una serie de medidas conservadoras, como la reforma al sistema de pensiones que ha entregado a los bancos las remuneraciones de los trabajadores, lo que le llevó a la fractura dentro de la propia alianza que lo llevó a la presidencia, como lo es el Partido Verde que actualmente apoya la candidatura de Marina Silva, ex ministra de Medio Ambiente del gobierno de Lula.
Por otro lado, el presidente Lula, ha sabido ganarse el respeto tanto de la derecha brasileña como de la izquierda latinoamericana. El aumento de los salarios de los trabajadores en más del 60%, la creación de 14 millones de empleos, el desarrollo de la educación y la tecnología, así como el comercio de productos agrícolas, y por supuesto, el alejamiento de las políticas de Washington han colocado a Brasil en el líder latinoamericano y del propio BRIC, y a su presidente en uno de los líderes con mayor influencia mundial según la revista Times.
Por ello, es importante estar al pendiente de las elecciones presidenciales en Brasil, puesto que a nivel regional se están jugando cuatro grandes temas, a saber: a. El balance en el poder de los gobiernos de centro-izquierda en Sudamérica; 2. El poder de los movimientos sociales brasileños y su capacidad para satisfacer sus demandas; 3. El futuro de los gobiernos de izquierda (Venezuela, Bolivia, Argentina y Cuba particularmente); 4. La inversión público-privado en la dinámica de la economía brasileña.
Las casa encuestadoras apuntan a que Dilma ganará la primer vuelta con alrededor del 50% de las preferencias electorales, por encima de su contendiente José Serra con menos del 30%, seguido por Marina Silva con alrededor del 15%.
Finalmente, estas elecciones demostrarán una vez más, que existen alternativas viables y exitosas a las políticas neoliberales, que se avanza más con la inversión pública hacia las necesidades sociales que permiten una mejor participación en los mercados.

lunes, 2 de agosto de 2010

La Boda: fase 1 Encontrar, enamorarse, aventurarse

Tiene meses que no escribo el Ikniyaotl (en Nahualt cambio, mezcla o revolución) y los motivos sobran. Primero, el trabajo que ha sido un chingo, como empleado municipal y secretario particular, la chamba abunda. No obstante, me he dado tiempo para lo que ahora se ha convertido en lo más importante en mi vida, mi futura esposa.

Así, es a pesar de los pronósticos, he encontrado a la mujer de mi vida (y si no, pues tengo hasta el final de mis días para confirmarlo). Gaby, no sólo es guapisima, inteligente y sociable, sino que además compartimos muchas cosas en común y desde nuestro reencuentro no hemos dejado de hablar ni un sólo día.

Es la única persona que desde el principio he sabido que es la persona indicada, y lo que puedo decir es que lo que se siente una gran seguridad de estar con ella, sin titubeos, sin dar largas a la aventura de hacer una vida juntos. Es estar con ella, y que te vean con ella.

Hoy puedo decir, que como hombre me siento pleno, con la mujer que amo. Y es que el contraste es enorme con etapas en la que pensé estar enamorado, todo eso fue una gran experiencia, no fue amor como tal, pero se agradece.

Así que cuando encuentras a la mujer de tu vida, te enamoras de ella en absoluto, desde sus palabras hasta sus besos, desde su mirada al despertar hasta cuando se despide justo antes de cerrar su puerta. Es entonces momento de aventurarse a una vida juntos.

Eso hemos hecho desde hace un par de semanas. Con las familias de ambos, centados en una mesa compartiendo una cena que preparamos Gaby y yo, les manifestamos nuestro amor y deseos de ser una familia. Se que suena raro, más aun cuando he manifestado mi desagrado por el tradicionalismo colonialista de la sociedad mexicana, pero cuando el amor es en serio, lo demuestras con todo y a pesar de muchos. Confieso que pedir la mano de Gaby ha sido de los momentos más emotivos de mi vida y sin duda el más importante.

Le entregué un hermoso anillo de acero con un diamante, sencillo, bello, duradero, pero sobre todo con mucho amor, es un simbolo que resume perfectamente nuestra relación. el anillo es de acero, porque es el metal más fuerte como nuestro compromiso, pero es flexible como nuestra comunicación. En la mitad del anillo se encuentra un diamante, símbolo del amor eterno, el cual está pegado a los dos extrmos del anillo, el cual nos simboliza a ambos que a la vez somos uno sólo, y por tanto nuestra fortalece individual radica en nuestra unidad como equipo. El interior está cromado, que simboliza nuestra transparencia y una inscripción que sintetiza nuestro tiempo "Te amaré siempre".

Ella me entregó un reloj, muy chido por cierto, que simboliza que cada segundo estará destinado a amarnos, y a saber que estaremos juntos en todo momento.

El futuro nos depara un departamento, una boda memorable y en unos años más nuestros hijos. Por el momento disfruto a cada segundo esta etapa, conociendola y reconociendome. ¿Qué más puede pedir un hombre en su vida?

miércoles, 31 de marzo de 2010

Movimiento al Socialismo: una respuesta para el cambio en México


La sociedad mexicana esta viviendo tiempos de crisis y necesidades de cambio. No obstante, la dirección de los cambios, la organización para llevarlas a cabo y la dirigencia para lograrlos son difusos, contradictorios y hasta cierto punto, débiles. La ruptura social de varios paradogmas culturales, tales como el presidente fuerte, los matrimonios entre persona del mismo sexo, el aborto, entre otros tantos, forman parte de esa necesidad de nuevos sentidos y significación de las cosas establecidas.

El sistema capitalista actual está pasando por su peor crisis desde sus inicios hace ya más de 200 años. Pese a ello, varios gobiernos bajo la tutela de la burguesía financiera, industrial y especuladora de mercados se aferran en mantener el sistema de explotación actual. Algunos académicos burgueses y tecnócratas de los países del capitalismo desarrollado y del subdesarrollado han propuesto medidas para mantener los privilegios de las clases dominantes en todos los países, llegando incluso a la aberración de pagar con la vida del planeta -como se vio en Copenhagen recientemente- con tal de mantener sus privilegios como clase explotadora global.

Los países del capitalismo central, como los llamados del Grupo de los 7, Estados Unidos, Japón, Alemania, Italia, Francia, Reino Unido y Canadá, mantienen sus niveles de riqueza y expansión a través de la explotación del resto de los países periféricos de Asia, América Latina, África y de la misma Europa. El mantenimiento de los altos niveles de vida de buena parte de la población de los países avanzados no se debe al financiamiento responsable de sus gobiernos, puesto que esos altos índices de endeudamiento son soportados por el constante cobro de deudas impagables por parte de los países periféricos, por agencias internacionales como el FMI, el BM y sus filiales regionales.

La explotación hacia el proletariado mundial, incluso en los países centrales, el campesinado, los indígenas y lumpen-proletariado se reproduce a través de la apropiación de bastas zonas de cultivo histórico, del trabajo y de la marginación de mano de obra barata urbana.

La lucha contra este sistema salvaje y anárquico se ha venido dando por amplios sectores sociales, indígenas, estudiantiles, así como entre los obreros y campesinos conscientes y autónomos, quienes han debido resistir ante la fuerza del estado, incluso pagando con sus propias vidas. Las guerras en África por la explotación de diamantes en Sierra Leona y Costa de Marfil, el oro de Zimbabue, Ruanda y Sudáfrica han sido pagadas con el exterminio de aldeas y tribus completas bajo las armas de mercenarios pagados por grandes centros financieros y tiendas de lujo. En América Latina, ha pasado por situaciones similares aunque todavía no tan extremas como en aquel continente. Pero los pueblos han resistido a las dictaduras, torturas, exilios y con la muerte en todo el continente latinoamericano, salvo contadísimas excepciones, como el caso cubano. Pero todos los países han debido someterse a los dictámenes de la burguesía transnacional y a adaptarse de la peor manera al capitalismo.

El capitalismo en México

México, al igual que casi todos los países latinoamericanos atraviesa los problemas de peor manera, respecto a otros países similares debido al establecimiento del modo neoliberal del sistema capitalista periférico. ¿Qué significa esto? Como mencioné con anterioridad, en nuestro país se ha reproducido un sistema de capitalismo subdesarrollado, esto es, que el sistema de producción capitalista no es predominante en todo el país (alta división del trabajo, desarrollo de una burguesía nacional y de un proletariado amplio, industrialización y producción descontrolada de bienes económicos, y un sistema de acumulación predominante basado en la renta de la tierra, el cobro de intereses monetarios y la apropiación de la fuerza de trabajo). El sistema capitalista mexicano comparte mercados con sistema de producción informal, y de autoabastecimiento.

El subdesarrollo se debe a varios factores estructurales como los son: un sistema capitalista basado en la predominante explotación de materias primas para exportación, dejando de lado el desarrollo tecnológico y de conocimiento que nos hace dependientes de la tecnología de los países que sí la desarrollan necesaria para la explotación; la acumulación de la ganancia para la burguesía nacional y transnacional, que impiden la participación de nuevos competidores y mantienen el rezago de las clases oprimidas; un sistema de generación de riqueza basado en la privatización, la herencia y el fraude sistemático que beneficia a la oligarquía industrial y financiera por un lado y a los terratenientes locales por otro. Un sistema educativo, de salud y vivienda cada vez más empobrecido entregado cada vez más al mercado.

El modo neoliberal, por su parte, le imprime esa posibilidad de liberalización económica y política en la que los intereses del mercado se imponen por sobre las necesidades sociales. De ahí, que la apertura del sistema político y electoral no sean un obstáculo para darle continuidad al sistema capitalista. El secreto de mantener las relaciones autoritarias de poder está en convertir a los líderes y revolucionarios en burócratas pequeño-burgueses, hacerles creer que gobiernan cuando sólo mandan, pues no poseen un aparato de explotación y apropiación como la burguesía. Los ideales han sido convertidos en spots publicitarios y convertir a la ciudadanía en meros consumidores en un mercado de partidos y líderes creados por los medios de comunicación. El sistema electoral ha sido asimilado a un mercado que ofrece promesas políticas, pero impide el escrutinio público, que permite elegir al gobernante, pero no permite su constate control ciudadano; que tiene partidos que se han convertido en máquinas de ganar votos, y una ciudadanía expectante, pero preocupada, aunque funcional al autoritarismo.

Factores estructurales del capitalismo

Quienes se benefician de este sistema es la burguesía transnacional. Por burguesía me refiero a todos aquellos individuos que son propietarios de los bienes de producción económica, que se benefician a partir de la explotación del trabajo excedente de la mano de obra. Es transnacional porque la distribución de la ganancia no para en las arcas mexicanas sino que sale hacia otros países. Ello se debe a que la endeble burguesía nacional que compartió por muchos años el proyecto emanado de la Revolución y del PRI, abandonó las formas de control político de éste partido para implantar sus propios intereses con sus propios gobiernos, lo que implicó una competencia descarnada desde la década de 1980 entre la burguesía nacionalista y la transnacionalita, siendo esta última la predominante.

Las crisis del capitalismo se originan por la misma fuente de la creación de su riqueza: la producción descontrolada. Es un sistema contradictorio de producción de la riqueza a partir de la acumulación del dinero por el dinero mismo. Pretender que podemos darle un carácter diferente al capitalismo sería una tarea tan inútil como pretender convertir a un tigre en vegetariano. El Estado de Bienestar, ha sido propuesto desde la década del 1960 como una “alternativa” a la depredación del capitalismo, pero con el objetivo de incrementar los niveles generales de vida de la población. Tuvo algunos efectos relativos en Estados Unidos con el pacto nuevo o New Deal del presidente Roosevelt, en Gran Bretaña en la década de 1950, así como en Japón y Suecia. Los intelectuales burgueses hablaban de la movilidad social que el capitalismo genera a través de las oportunidades que cada individuo puede tomar, si quiere. Sin embargo, las evidencias históricas han demostrado que las condiciones generales de la gente no aumentan, ni que las clases sociales suben en la jerarquía, sino un pequeño puñado de individuos conectados con individuos mejor posicionados. Es decir, que en realidad las estructuras predeterminan al individuo y no al revés.

Cuando se quiso implementar en América Latina, se topó con una clase política corrupta y autoritaria que rápidamente observó los beneficios políticos que conlleva el reparto de la riqueza por parte del Estado. A este sistema, Juan domingo Perón le nombró Populismo, una mezcla autóctona entre el socialismo y el capitalismo. La burocracia vivió momentos de auge una vez que se le hizo la encargada del reparto de los “beneficios” sociales, que en su lugar llevaron a clientelas seleccionadas que han sido usadas como capital político para saltar de una posición a otra.

Acercamiento al análisis del cambio social en México.

Una de las promesas del neoliberalismo en México fue acabar con ese sistema burocrático-autoritario y en su lugar instalar una burocracia menos numerosa tecnificada y eficiente. Y eso no sólo no ocurrió, puesto que se creó más burocracia para controlar a la antigua burocracia y se empoderó a los altos niveles con salarios mayores a cualquier obrero calificado. Hoy vuelve como propuesta de campaña de Andrés M. López Obrador, por encima de los engendros difusos de la actual clase política.

Sin embargo, México no necesita más desarrollar el subdesarrollo, ni convertir al capitalismo en beneficiario de la gente, ni esperanzarse en un mesías o en que la buena voluntad guíe los pasos de la acomodada clase política. México necesita de planes a largo plazo que le garanticen en primer lugar, el incremento en la calidad de vida de toda su población en particular de los marginados del sistema económico; abatir los niveles de corrupción; crear empleos estables y derechos laborales necesarios para aumentar los niveles de ida de nuestros trabajadores y campesinos; entre otros tantos temas urgentes.
¿Cómo podremos dirigir un cambio si no controlamos los agentes de cambio estructural del país? Me refiero al sistema económico y al político. Es necesario identificar primero la raíz que origina la riqueza en nuestro país, es decir el trabajo. Trabajo ejercido por todos los obreros, campesinos, burócratas, estudiantes que al ser dueños del mismo tienen la herramienta inicial para convertir la explotación de la cual son presa, en palanca de cambio. Especialmente los obreros, pero la parte más avanzada de los obreros calificados con mayor conciencia social y política son la vanguardia de esa transformación o revolución.

La revolución no necesariamente redunda en el cambio violento que normalmente se cree. La revolución implica el cambio en la esencia de las relaciones sociales, económicas, culturales y políticas. Los cambios que propone la burguesía y sus repetidores académicos radica en cambios de forma, pero manteniendo la esencia. Esos son los llamados reformistas, enemigos de la revolución tanto como la burguesía.

El cambio en las relaciones económicas proviene que serán los obreros mismos quienes se encargarán de la producción, no con fines de acumulación monetaria, sino con fines de cubrir las necesidades sociales. Para ello, se debe planificar la producción y poner en el centro al ser humano como beneficiario. Las decisiones deben tomarse de manera colectiva, así como la supervisión y transparencia en los gastos, compartidas con la sociedad, con el objetivo primero de eliminar a la burocracia y en segundo para hacer más efectivos y transparentes la creación de recursos. Con ello no me refiero a socializar todas las empresas, sino aquellas que son fundamentales para el desarrollo social. Las PYMES no pueden ser socializadas, aunque la propiedad en donde trabajen sí.

De igual manera, la reactivación del campo mexicano, complejo por el desastre emanado en las últimas décadas. La socialización de la tierra, para quien la trabaje y cumpla con la tarea fundamental del campo, alimentar a toda la población y que sus trabajadores no mueran de hambre en el intento.

Al mismo tiempo, la democratización del sistema de producción de bienes públicos. La democracia como forma de participación masiva y consciente para llegar a la toma de decisiones colectivas basadas en el debate, la discusión, la elección de delegados y el acatamiento de las mismas. La consulta temporal, limitada y consultiva a la cual nos tiene acostumbrados ha convivido con las formas autoritarias de relaciones de poder. Esa dependencia, temor y fetichismo a la autoridad es la que no nos ha permitido cambiar nuestra idiosincrasia y emanciparnos como sociedad ante sus gobernantes. Ese autoritarismo que es disfrazado por las elecciones controladas por el estado o la élite poderosa de la cual no nos está permitido controlar, puesto que tienen fuero. Aquellos gobernantes que se creen iluminados dentro de un pueblo al que consideran incapaz de gobernarse a si mismo, y por ende, generan relaciones de co-dependencia.

La gente aprenderá con la práctica, pero sobre todo de la lucha misma que los lleve a hacerse cargo de sus propios destinos, de la lucha de clases por conseguir su emancipación.

Todo lo anterior, necesita de una organización consciente y comprometida, de un partido revolucionario que sirva para coordinar los intereses colectivos y para mantener el flujo de información con las masas, de una dirigencia emanada y controlada por la propia gente que los impulse, y por supuesto un proyecto coherente, claro y preciso de las acciones a tomar. Pero siempre con los trabajadores como la vanguardia de ese cambio.

¿Por qué ellos y no otra clase? Porque los obreros están acostumbrados al trabajo de transformación, conocen los errores del sistema capitalista y tienden a una actitud más revolucionaria y a la democracia como en los sindicatos. La clase media, tiende a la vida cómoda o a la discusión fácil, pero no tiene en general, el arrojo para transformar y luchar por la revolución.

Los pequeños burgueses, el micro-empresario, los supervisores están acostumbrados a seguir las pautas del burgués, al que admiran y respetan, pero no son conscientes que sólo sirven como enlaces de la explotación de la cual ellos mismo son parte. Pero es posible que puede aliarse como importante apoyo en la organización y estudio. Los estudiantes, a pesar de ser una rama altamente consciente, no generan trabajo en las fábricas y por lo tanto no pueden apropiarse de ellas, pero sí pueden ayudar a la formación de cuadros y al acompañamiento de las luchas obreras, debido a que son la parte más consciente de la sociedad.

El lumpen proletariado, es decir, los pobres, los marginados, los comerciantes informales, tampoco pueden ser parte de la revolución, puesto que no están acostumbrados al trabajo constante y tienden a la compensación caritativa de la que históricamente han sido determinados. Ellos tienden a ser conservadores antes que revolucionarios.