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jueves, 18 de diciembre de 2008

La dama del 341

La dama del 341 ahora duerme tranquila pues alguien la cuida.
Su respiración espasmódica parece reflejar la vida que llevó,
pues el mismo mes de su cumpleaños se convierte ahora en su ocaso.

Un día, me conto que cuando niña trabajaba en un arenal,
cargaba ladrillos, y al igual que sus hermanos, lo hacia para ganrse la vida.
Por alguna razón no me quizo contar más sobre su infancia. Le daba pena.

Se casó con un hombre que descanzaba casi tanto como las veces que te golpeaba.
Machista, holgazan y taciturno, un pobre cabrón.
Pero como el Ying-yang, de ahí salieron cuatro fuentes de vida,
que ahora se aferran a que no mueras.

Es dificil contemplarla así. Con sus ojos que ven sombras.
Recuerdo sus risa, las flores del patio, tus productos milagrosos de belleza, del Yoga,
de la importancia de las plantas y la forma correcta de hablar con Dios aunque sea Ateo.
Ahora duerme, en la cama 341 de un hospital del Seguro Social.

Debo contarle que pronto haré un viaje al fin del mundo,
me reuniré con la mujer que amo. Nos casaremos, haremos un doctorado, tendremos hijos...
Le confieso que no huyo de su situación, que tambien busco una vida,
pero en el camino me he encontado con su ocaso.

Desearia no verla en este lugar de vejez, enfermedad y muerte,
este cuarto no es digno de una trabajadora esforzada,
una mujer curiosa y luchona, una madre perdonada por sus hijas.

La dulce maldición que se ha llevado a los demás,
y que afecta con sus silencio habitual a los que aun seguimos.
Usted me duele, me fortalece, me enoja, me motiva... la extraño.
Siga durmiendo, bella dama del 341, que ya pronto verá la luz del eterno oriente.

(Ecatepec, Edo. Mex, 9 de diciembre de 2008... habitación 341)

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